Parece evidente que el “meeting-point” para la visita al museo por parte de excursiones y grupos de turistas debe situarse frente al acceso principal del Centro San Martín. Por ello parece vital diseñar un espacio peatonal con suficiente entidad como para poder esperar, reunir y explicar a grupos de visitantes lo que van a ver en la próxima visita es primordial.
La oportunidad surge del fuerte desnivel que van sufriendo las parcelas en su bajada hacia el cauce del Guiniguada y en particular a que la parcela que hace frente al acceso principal del museo en la calle Ramón y Cajal tiene como uso previsto el de “Espacio libre/ Aparcamiento subterráneo”.
Por la diferencia de altura y puesto que la parcela destinada a aparcamiento tiene también fachada al viario paralelo – calle Verdi- situado varias plantas por debajo de la Calle Ramón y Cajal, el acceso rodado puede realizarse desde el nivel inferior, quedando por tanto toda esta dotación soterrada por debajo del acceso al museo y liberada la cubierta para poder ser usada como parte de la explanada de recepción frente al museo.
Al ampliarse el espacio público de manera tan notable en esta franja de fachada, podemos permitirnos desviar la calzada que transcurre frente a ella, respetando radios de giros y amplitudes mínimas para el paso de guaguas privados y municipales. Con ello generamos una cuña peatonal cuya mayor amplitud coincide con la arcada de acceso, en la que restaurante-cafetería, tienda y biblioteca que comparten el nivel de ingreso en la fachada principal con dicha arquería puedan expandirse más allá de los muros del museo sin tener que ceñirse a los horarios de apertura del espacio expositivo.
El hecho de coincidir la cuña peatonal con la franja de explanada que no se extiende sobre el aparcamiento nos permitiría plantar árboles de gran porte para generar zonas de sombra.
Las zonas de estacionamiento dotan la explanada de muelles para guaguas municipales, autobuses de grupos de visitantes, aparcamiento público y punto de acceso peatonal al aparcamiento subterráneo.
Si bien el lapso de tiempo en que se van desarrollando las diferentes fases de ampliación del hospital es relativamente corto (dos siglos aprox.). Característica que dota al conjunto de uniformidad estilística. La ejecución del complejo hospitalario en fases diferentes, de poco tamaño, promovidas por necesidades funcionales, que dejan la coherencia con el resto del edificio existente, la relación con la ciudad circundante y la calidad de la ejecución en segundo plano; provocan espacios de muy diferente nivel de calidad.
Esto ha dado pie en nuestra propuesta, a plantearnos si dentro de un edificio catalogado cabe la posibilidad de prescindir de elementos que no alcancen un nivel mínimo de “calidad”. Dicha postura surge cuando abordamos el tratamiento de los cuerpos que conforman la fachada sur del edificio, con frente a la calle real de San Juan. Lo que J. Bosch Millares, en su estudio histórico del Hospital de San Martín define como “Panadería” y cuerpos aledaños.
El conjunto de estancias está emplazado, como su función de servicios requiere, estratégicamente. Ocupa el “centro” de la parcela. Si bien el edificio es exento, el corredor al aire libre que le separa del resto de muros permite tener acceso a cada una de las zonas del antiguo hospital. Como ya se ha nombrado antes, su fachada es la correspondiente a la calle de San Juan que podríamos denominar para entender su funcionamiento original como “trasera” o “de entrada y salida de servicios y mercancías”, puesto que la opuesta, la que hoy conocemos como Ramón y Cajal, es en la que se sitúa la fachada principal, el acceso oficial.
Si bien es clara la oportunidad que ofrece su localización dentro de la manzana para albergar los usos restringidos del museo; su tortuoso planeamiento, sus deficientes modificaciones posteriores, la baja calidad de los materiales y acabados, los pequeños accesos pensados para medios de transporte de tracción animal y lo intrincado de la topografía al comenzar justo en ese edificio la marcada subida al cerro, genera una infraestructura difícil de colonizar por la programación exigida en estas bases.Todo ello va a fomentar uno de los tres puntos que darán sentido a nuestra propuesta:
“La panadería y las salas adyacentes con fachada a la calle de San Juan- más allá de la plaza de San José-, van a ser derribadas para situar en él un nuevo claustro, de salas tangentes a las zonas públicas del museo, donde emplazar gran parte del programa restringido, destacando de él: Depósitos, Almacenes, Taller de restauración, Muelle de carga, o Montacargas a las diferentes salas de exposición con la seguridad de ofrecer las garantías infraestructurales que permite un edificio de nueva planta.”
Al pasear por la calle Real de San Juan, descendiendo hacia la calle San José, la fachada sur del hospital -la de “la Panadería”- se conforma como un muro prácticamente ciego, de tapial, acabado con un basto encalado y posterior pintado que tan solo es atravesado por una serie de puertas de madera, de diversas proporciones y tamaños. El muro de unos cuatro metros de altura cierra la calle y tan solo al mirar pendiente abajo se pueden vislumbrar los pináculos de las torres de la catedral y al fondo, sobre los edificios el horizonte azul del océano.
Pero si el paseante se propulsa un poco para mirar sobre el muro o si desde la plaza de la ermita se pone de puntillas la visión cambia radicalmente. El paseante descubre un balcón panorámico a la ciudad. Al mirar hacia el norte observa toda la ribera opuesta del Guiniguada con las faldas del castillo de San Francisco configurando otro cerro colorista, espejo al del Barrio de San Juan. Al mirar a poniente, las torres de la catedral coronadas por sus pináculos sobresalen sobre las edificaciones y tras el barrio de Vegueta, el océano.
Dicho descubrimiento nos hace retomar la argumentación acerca de nuestra decisión de eliminar el edificio de la Panadería y las estancias adyacentes con fachada a la ermita y ampliar esta justificación al derribo de pabellones ejecutados sobre el nivel general de cubiertas, de dudosa calidad, complicada articulación en el programa solicitado y que suponen manifiestos obstáculos visuales.
La tipología de edificación en el hospital de San Martín, sus sucesivas fases de ampliación, han generado una arquitectura singular. Una valiosa red de espacios al aire libre, un continuo de patios rodeados de pasajes que pese a su diversidad de cotas permiten ser conectados sin sufrir cambios dramáticos. Un pequeño laberinto, un zoco minúsculo. Un patrimonio digno de ser comprendido de forma paralela a las obras de arte que contenga. Dignificar el complejo permitiendo su acceso gratuito. Que el edificio no solo suponga un contenedor de piezas de arte sino que se pueda vivir, recorrer y disfrutar de forma paralela. Un recorrido que pueda suponer el inicio al ascenso del cerro. Un entramado de lugares semipúblicos, de horarios controlados pero libre de tickets, en los que los vecinos, los estudiantes o los turistas puedan reunirse, charlar… Que sea su interior tangible y no solo su fachada y su institución los que hagan ciudad.
Consideramos que supone una oportunidad en un entramado de calles tan congestionado, cualquier espacio público peatonal de cierta entidad. Por ello tomamos como mecanismo activador otra importante decisión dentro de la propuesta: El Centro San Martin debe poseer otro acceso en la plaza junto al paseo de San José.
Las motivaciones que dan fuerza a la idea, más allá de evitar que el paseo por los patios sea de carácter circular- el mismo punto de entrada y salida- y que resulte atractivo tener la excusa de conocer el edificio por poder llegar de A a B a través de un recorrido menos evidente, es responder a diferentes usuarios, horarios y flujos que subyacen en el programa propuesto.
Mediante esta nueva entrada, quedaría cubierto el acceso de la plantilla a sus puestos de trabajo por una vía alternativa, independiente a los movimientos de visitantes del museo; la creación de una recepción orientada a atender a usuarios que requieran de los servicios administrativos o técnicos de la institución o atender a las posibles necesidades horarias de programas complementarios como los requeridos por el DEAC, o los artistas invitados, permitiéndoles funcionar en horarios independientes a los de apertura y cierre del museo
Presupuesto:
Presupuesto de ejecución material: 11.970.000,00 €
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Propuesta museográfica (365 kb)