La relación del público con el Museo tiene que cambiar.
La concepción de Edificios como cajas herméticas repletas de obras de grandes artistas de postal es sin duda en la actualidad un demandado objeto de consumo, pero la cultura queda aislada de la ciudad, del público, protegida en sus preciosas cajas.
El proyecto propone la conexión total de los diferentes usos/espacios propuestos y sobre todo de la trama de la ciudad con el desarrollo de las exposiciones/salas.
El barrio donde se implanta la actuación es complejo, sus calles “principales” son estrechas y el conjunto se abalcona hacia la pendiente mientras una red de callejuelas en acusado desnivel cose las manzanas entre sí.
La sede propuesta para el proyecto es una gran edificio construido, constituido por diferentes volúmenes con características y niveles muy diversos entre si, pero que constituyen un volumen reconocible en si mismo.
La creación de una caja hermética y preciosa provocaría la pérdida de una gran oportunidad de “horadar” esa gran masa con el mismo lenguaje urbano existente en su entorno. Se planea que la cultura salga a las calles y las plazas, por ello el Museo debe de estar entretejido por nuevas calles y plazas que conecten y complemente la trama del entorno y que se llenen del arte creado en el Nuevo Centro.
Es importante para la proyección urbana de un edificio de esta índole que su acceso se esponje y adquiera una escala apropiada, es por ello que aprovechamos el “vacio” existente al norte del mismo, frente al acceso actual al Museo, para crear una gran plaza-atrio que como la quilla de un barco se asome a los límites de la colina del barrio.
Bajo esta nueva plaza se resuelve la enorme problemática del aparcamiento, tanto público como privado y sobre ella se genera la posibilidad de una cómoda llegada de visitantes, surgiendo paradas de autobús y espacio de carga y descarga. Solo el acceso de de las obras de arte se produce a través del límite sur, más tranquilo y descongestionado, donde se puede habilitar un acceso que permita la conexión directa con las arreas de exposición así como con el depósito de las obras.
La plaza se adhiere a la fachada norte del conjunto, su pavimento se introduce en el edificio y genera una red de calles, pasajes, escaleras, patios, plazas que no dan acceso al Museo, sino sobre los que el Museo se abre, haciendo así que el arte se convierta en un objeto cotidiano que acompaña al transeúnte.
El pavimento de la plaza que se introduce en el Museo, nos conduce por todos los espacios “exteriores” facilitando la comprensión de estas áreas como un continuo. El programa se desarrolla en torno a estos patios-plaza, permitiendo una gran versatilidad, al permitir la apertura exclusiva de unos usos o incluso la apertura parcial de alguno de ellos consiguiendo por tanto una conexión total o una absoluta independencia sin que para ellos se vea afectada la libre circulación urbana del conjunto.
En torno a la trama urbana interior del edificio y en la plaza de acceso se plantea la convivencia con las obras surgidas del proyecto propuesto en la memoria museográfica “Arte y espacio público. Site –specific”. En cada plaza-patio se creará y situará una obra de arte específica que identificará y caracterizará ese espacio. En el eje sur-oeste surge una concatenación de vacios que generan el espacio idóneo para la recepción de grupos y el desarrollo de los espacios de taller. Sobre estos últimos surge la residencia de los artistas invitados.
Para dotar de calidez las obras que se expondrían en estas calles, sus vitrinas se plantean en madera y vidrio, en cambio en el interior de los espacios expositivos se produce el contrapuesto, planteando salas donde es el pavimento de madera el hilo conductor mientras las obras se apoyan sobre peanas pétreas.
Se pretende reducir el impacto económico de la intervención aprovechando al máximo los espacios existentes. Las obras se reducen a una quirúrgica labor de limpieza y una mínima homogeneización indispensable de los niveles, lo que permite que los diferentes edificios preexistentes, que conforman el conjunto, conserven parte de su idiosincrasia.
Cada uso programático se implanta en uno de estos volúmenes preexistentes. Los espacios históricos más representativos se reservan para los usos más singulares, como el auditorio, la sala de conciertos o la biblioteca.
El conjunto de salas destinadas a exposición temporal se ubican en una posición estratégica que facilita el “trasiego” de las piezas artísticas. Sobre los espacios expositivos surgen los depósitos y talleres de restauración, protegidos así del tránsito más cotidiano del Museo y de posibles inundaciones.
Completando el frente de fachada a la nueva plaza se ubican en el nivel inferior los usos de biblioteca y auditorio, sobre ellos se plantean los espacios destinados al DEAC y a la sala de prensa. Finalmente en el nivel superior surgen todos los usos de cafetería-bar-restaurante, permitiendo así una conexión directa entre la zona de comedor y la residencia de visitantes.
Dotado de la necesaria privacidad, el uso administrativo, se ubica sobre el eje sur-oeste.
Por último en la planta de cubiertas se plantea un espacio chill-out expositivo que ponga en valor el enorme potencial paisajístico de esta área.
La zona expositiva, tanto la permanente como la temporal permite gran variedad de disposiciones al poderse plantear las circulaciones a través de las salas o de las plazas-patio y callejones circundantes. El interior de las salas se desarrolla respetando la propuesta de Caja Blanca, pero dotándola de una mayor versatilidad mediante la creación de unos falsos techos-lucernarios-paso de instalaciones, y de unos núcleos ocultos que se adaptan a la morfología de cada sala y que albergan el conjunto de demás necesidades (protección contra incendios, controles de humedad y temperatura, equipos de sonido y cierre controlado de las salas).
Presupuesto:
Presupuesto de ejecución material: 5.434.500,00 €
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Propuesta museográfica (682 kb)